viernes, junio 03, 2011

El regreso del Jamaicón

En España hay un reality show, en el que intervienen jóvenes futbolistas, llamado Cracks TV. No sé bien a bien en qué consista pero parece que la idea es que los nuevos valores del balompié muestren su destreza ante la mirada televisiva del respetable. El formato incluye tanto a chamacos españoles como de ultramar. Por ejemplo, hay un panameño, un argentino, un colombiano y... un mexicano (como en los chistes, but of course). El programa está apadrinado por la sapiencia del maestro Zinedine Zidane y la realeza del príncipe Enzo Francescoli. Pues bien, lo realmente trágico del tema es que el mexicanito en cuestión, Diego Martínez, forma parte de la sub-17 de la heroica Máquina Azul. Como el verano se acerca (incluido el mes de mi relación amor-odio: julio), he terminado el semestre con los neardentales de mis alumnos y lo único que hago es preparar mi viaje al Festival de Jazz de Montreux (un eufemismo nuevo del dolce far niente), entré en la página del concursillo. El párrafo principal dice así:

"Son cinco los días que llevan los 18 cracks de esta edición viviendo esta gran experiencia. En el día de hoy, sobre el césped, se ha podido comprobar cómo la competición se endurece cada vez más. El míster, Lobo Carrasco, advierte: "El que no cumpla sus objetivos personales saldrá de la Academia". Fuera del terreno de juego, Israel, el granadino del Centro de Menores, se mostraba entusiasmado por la sensación de libertad que siente dentro de la Academia; en contraposición, el mexicano Diego rompía a llorar acordándose de sus seres queridos".

Como se verá, el fantasma del Jamaicón Villegas sigue merodeando a los mexicanos en el extranjero; sin embargo, ahora las diferencias son acaso de matiz. El joven Martínez no lloró por su mamacita, los tacos, la birria que no había comido o por la "cena de rotos" que debía engullir; el llanto del cementerito vino porque extrañaba... a su novia, y pensaba naturalmente que estaba siendo engañado (claro, él, entre puros hombrecitos, cómo podría engañarla). Y luego de cinco días. Cuando yo era estudiante en la facultad, había una pinta en uno de los mingitorios que rezaba: "Piensa que en este momento tu novia puede estar cogiendo con otro güey". Todo mundo trazaba la sonrisita típica de "sí, como no", aunque para sus adentros también todos pensaban que era algo probabilísimo. Las lágrimas del cementerito no vinieron de extrañar el arrumaco con la damisela sino de que intuía su posible faena con un minotauro defeño. Ya veremos cómo le va en su reality, aunque yo, y no es que sea mala persona sino que estoy harto de golpes, lágrimas y subcampeonatos, le escribiré a Billy para que a la brevedad posible transfiera al chamaco a las fuerzas básicas del América.

CAS

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