miércoles, septiembre 10, 2008

Tránsito preoperatorio III

Póngase esta bata, dijo el enfermero con voz adusta. Por primera vez me ponía uno de esos extraños ropajes que había visto millones de veces. Su característica es que uno anda con el culo al aire. ¿No habrá uno más grande? No. Acuéstese que ya vienen a hacerle sus análisis. Dos médicos llegaron con un electro para el correspondiente chequeo del corazón. Los electrodos no se quedaban en su lugar por el vello en el pecho. Hay que rasurar dijo ella con firmeza; tráiganme un rastrillo, dijo él, aburrido. ¿No le molesta que le rasuremos un poco el vello? Hagan lo que quieran (ahora tengo un brote de calvicie en el centro del pecho). Define ironía, doctor, lo increpé mientras ajustaba los electrodos. ¿Perdón...? Ironía es que te hagan un electrocardiograma mientras dan Dr. House en la televisión, señalándole el aparato. Ah, sí, je,je,je, como si el miserable estuviera tocando el ukulele. Está bien del corazón; la química sanguínea y la biometría hemática también salieron aceptables. Podemos operar. Nada más resta evacuar todo lo que falta. ¿Y cómo va a ser eso? Oh, my goodness, ¡we believe in Jesus Christ! No quedó ni un pedazo de mi alma en el antes mencionado cuerpo mallugado y ahora sí estábamos dispuestos a operar, ergo, apelé a la valentía de uno de mis alter egos: vaquero de Leningrado. Sala de preparación. El enfermero me entregó ya con las medias de compresión para evitar trombosis venosa (¡Ah, le Moulin rouge!) y la enfermera in charge me puso un gorrito como el de la mujer de los chocolates Milka. Todo iba muy bien hasta que llegó la dama de la tortura. Entró vestida ya con su uniforme de operación, incluido el cubrebocas, y un maletín muy sospechoso a cuestas. Soy la anestesista. A ver... a ver... a ver... Habíamos pensado en una anestesia local pero usted está demasiado obeso (si no tuviera el maletincito ése; pinche vie...). Anestesia general, por favor, gritándolo a los cuatro vientos. Voy a hablar con su médico. Se fue sin soltar el maletín de la tortura. The iron maiden, pues. Veinte minutos después ya estaba en el quirófano. ¿Lo va a anestesiar aquí, doctora? Sí, luego lo pasamos a la plancha de operaciones. No sería mejor que fuera directamente ahí, doctora: yo le podría facilitar el trabajo de pasarme a la otra... No, poniéndome una sustancia desconocida en uno de los numerosos y misteriosos conductos que llegaban a mi catéter. Entonces la hipnosis: va a tener mucho sueño, va a empezar a ver todo borroso (sí, cómo no); se le nubla la vista, está muy cansado (sí, cómo...

CAS

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