miércoles, diciembre 08, 2004

¡Despertad!

Hoy, después de aplicarles a mis alumnos un examen imposible de aprobar, llegué a mi casa. A la entrada del edificio me encontré con sendos textos que, a simple vista, se veían sospechosos. Uno era el Diario Oficial de la Federación y otro un pasquín que nunca había visto llamado ¡Despertad! Tomé este último porque intuí que se trataba de una nueva experiencia literaria de emprendedores jóvenes literatos que se lanzaban a una flamante empresa literaria; por supuesto me sentí con la obligación moral de decirles que ninguna empresa literaria funciona en este país a menos de que a priori se incluyan en esta ínclita disciplina las novelas del Subcomandante Marcos. Pero ya viéndola con cuidado noté que, más bien, era uno de estos pasquines religiosos que intentan propagar la palabra del Señor, que siempre puede ser cualquier señor, incluso el de las nieves (este hombre, ahora que termina el año y por una misteriosa matamorfosis, deja de ser el abominable hombre de las nieves y se convierte en el abominable hombre de las rentas).

El tema del boletín, según vi en la portada, era el de cómo también los científicos pueden acercarse a Dios. Como no tenía destinatario (seguro alguna alma caritativa lo había dejado como quien esparce el cuerpo de Dios con agua bendita), lo tomé para revisar las modas religiosas de principios de siglo. En la suerte de directorio de la revistita se leía: "¿Quisiera más información? Escriba a la sucursal de testigos de Jehová que corresponda". Y aquí vienen las direcciones de las sucursales de los testigos que le corresponde a cada país. Por ejemplo, si uno vive en Belice tiene que escribir a la sucursal en México, aunque eso de sucursal suena un poco extraño, pues lo único que aparece es un apartado postal. Seguramente estos muchachos, por algún pacto providencial con la divinidad, tienen la cualidad de encogerse cuando les venga en gana y poner una oficina en la caja de un apartado cuan así lo dispongan. Los nuevos nichos, también les dicen.

Como se trata de un número especial sobre los científicos y Dios, la miscelánea de artículos es variopinta. Se leen cabezas como "Es Anticientífico creer en Dios", "Razones por las que creen en Dios algunos científicos", "Enigmas que desconciertan a los científicos" o "¿Cómo puedo impedir que me maltrate mi novio?", en la sección para jóvenes (esta es mi parte favorita). Después de concluir que tenía que suscribirme a la publicación o acudir a una sucursal cercana y negociar con algún liliputense, vi que en la portada, escrito con pluma y casi imperceptible, aparecía la leyenda "depto. 7". Si bien está demás decir que se trata del mío, lo que me ocupa ahora es encontrar a esa persona de bien que pensó en la perdición de mi alma y tuvo la bondad de acercarme la palabra del señor. Aunque no soy científico, he cohabitado por años con un ser de otro mundo llamado Juanita, que cercena cualquier dictum científico; además tiene la estatura suficiente para trabajar también en una sucursal. Por eso, la única manera de entender esas vicisitudes es suicidarse o leer documentos nodales como ¡Despertad! Gracias

CAS

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