sábado, noviembre 08, 2003

Pareciera que el simple hecho de realizar películas familares es una garantía de calidad fílmica. El tema, por ejemplo, de que un hermano escriba el guión y otro dirija es tópico común hoy día (aunque, a fuerza de ser sinceros, en esa dinámica sólo se salvan Ethan y Joel Cohen). En México, dicho sea de paso, tenemos la propuesta autóctona y empeñosa de los hermanos Cuarón. Pero también existen hermanos que llevan a cabo proyectos individuales y sumamente contrastantes, como el maestro Ridley Scott y su hermano idiota, Tony. El término Bros es, entonces, un ícono histórico de la cinematografía que la gran industria de Hollywood se ha dedicado a reproducir como una patente antológica. En ese tenor, los hermanos Wachowsky han comprobado que los genes dominantes en la consanguinidad fílmica son aquéllos que hacen a los hombres un poco más crueles, un poco más frágiles y, sobre todo, un poco más pendejos.

CAS

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