domingo, julio 27, 2003

Recién vuelvo de la playa; me hacía falta. Ayer en la noche, en la carretera, caían rocas de la montaña. Hubo varios accidentados. Yo la libré, a pesar de las piedras de medio metro de diámetro sobre la autopista (y aunque es un lugar común decirlo, de esto Salinas sí es culpable). A veces se puede creer que Dios existe, aun cuando sea un golden god, como diría un amigo. Una conclusión: no hay que pasar por la Autopista del Sol con lluvia: es un verdadero suicidio. Por lo demás, en el mar la vida es más sabrosa: botella de vodka diaria, plática con los pescadores acerca de las mañas de las matarrayas y deleitable lectura de Cees Nooteboom, un auténtico genio.


CAS

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