lunes, marzo 17, 2003

Hay varios conceptos que la vida nos debiera obligar a definir con calma, entre otros, la lealtad y la deslealtad, la confianza y la desconfianza y, por supuesto, el engaño y el desengaño. Básicamente todos tienen que ver con un principio de certidumbre y otro de inseguridad y desconocimiento; y quizás, también, con un artilugio adicional que las personas utilizan, en principio, para salir bien libradas de situaciones adversas. Me refiero, claro, a la mentira. Como discernir acerca de tan elaborados e intenso términos, resbaladizos por lo demás, demandaría varios tomos, sólo diré que dos de mis mejores amigos han decidido, por motu propio, ocultarme un asunto que acaso era de mi incumbencia. Sin embargo, para mentir hay que ser profesionales, y acaso los escritores sean los únicos avezados en tan digna -o indigna, como se la quiera ver- actividad. Seamos hombres, pues, y no os pongáis con Sansón a las patadas, que la banda no es pendeja.

CAS

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