jueves, enero 16, 2003

Durante años he tratado de que mi casa se mantenga al margen de personajes indeseables. He fracasado. También de que las visitas sean llamadas de antemano, o por lo menos tener dos o tres rones o un tequila confiable para ofrecer. He vuelto a fracasar. Por último, de que mis amigas no llamen o dejen un mensaje lo suficientemente lascivo para saber que su vida sexual es mala. Hoy (ayer or whatever) tenía la intención de dormir temprano, ver una película o algo y recalar en la cama. No fue posible. Primero fue el Morc, quien desde que se cambió de casa, a dos cuadras, ahora pasa por la mía todos los días que regresa de la universidad para tomar un café. El café, por designio divino se convierte en trago, y el trabajo del día siguiente empieza a ser una utopía. El problema es que luego llegó Óscar. Jerónimo le dijo que había fiesta hoy en mi casa. Falacia. Minutos después arriba Nirvana. "¿También te habló Jerónimo?", pregunto. "Sí". Así sigue la noche, larga y cruel como los segundos perdidos. Entre otras cosas bebimos whisky tailadés. No me he quedado ciego hasta el momento; mañana volveré a probar mis habilidadaes visuales. También soy daltónico.

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